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ÍTALO GONZÁLEZ
(Caracas)

El 7 de noviembre de 2010 se cumplieron 93 años del triunfo de la Gran Revolución Socialista en Rusia, mediante la cual el poder político y el gobierno pasaron a las manos de los obreros y campesinos, a través de los Soviets, órganos de poder popular dirigidos y orientados por los bolcheviques, es decir, por el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), el Partido Comunista.

Acontecimientos de esta naturaleza corresponden a un largo acumulado histórico, que para el caso empieza desde el momento mismo en que ocurre otro igual, la Revolución Francesa en 1789, que deja atrás el sistema de producción feudal y da nacimiento al sistema capitalista de producción, que ya venía  gestándose por la descomposición del anterior. Es importante ver los fenómenos sociales desde la óptica del desarrollo materialista-dialéctico de la historia, para entender cómo al surgir un elemento, en su interior trae ya a su contrario que ha de destruirlo posteriormente.

Nos referimos a la presencia de los socialistas utópicos, cuando apenas nacía y llegaba al poder político la clase revolucionaria burguesa, que dio al traste con reyes, coronas y señores de la tierra para imponer su sistema de dominación planetario, el capitalismo, que conocemos hoy como el imperialismo, en cuyo seno se incubó desde siempre la clase proletaria, llamada a ser su enterrador mediante el paso al socialismo científico como el nuevo modo de producción en desarrollo actual.

La Revolución Rusa, hubo de enfrentar, como ninguna otra, enormes tragedias en la que se vio envuelta no sólo la URSS, sino la humanidad entera. La consolidación del nuevo sistema soportó los avatares de la Primera Guerra Mundial, el cerco económico y las conspiraciones internas y externas, hasta mediados de los años treinta, cuando por fin logra industrializar al país, elevar las fuerzas productivas dejando atrás la pobreza y la miseria de la población, porque ya fue capaz de mantener de manera eficaz la alimentación, la salud, la educación, el trabajo y elevar a niveles superiores la creación artística, literaria y cultural en general incluyendo sus relaciones internacionales.

Veinte millones de muertos

La segunda Guerra Mundial, desde 1939 hasta 1945, dejó en el vasto territorio de la URSS más de mil pueblos y ciudades arrasadas y a un precio de más de 20 millones de sus mejores hijos e hijas. El Ejército Rojo logró liberar su territorio y el de otras naciones, hasta acorralar y eliminar al último reducto nazi en Alemania y librar a la humanidad de semejante peste política y militar.

Después, y en sólo cinco años, reconstruyó su economía y puso nuevamente al país de los Soviets a la par que EEUU, que ya había lanzado la bomba atómica contra Hiroshima y Nagasaki en Japón, para notificarle al mundo que era su amo y señor a quien se debía subordinación y vasallaje.
La Guerra Fría, que se inicia desde 1945, después de la Segunda Guerra Mundial, culmina con la derrota del modelo socialista en la URSS y su desintegración en 1992, gracias a enormes conspiraciones internacionales y a los errores en la conducción del Estado, que vale la pena analizar hoy sin apasionamientos ni estereotipos, porque existen otros procesos revolucionarios, que persistiendo en la necesidad histórica del socialismo no lo niegan, pero tampoco reconocen que son estos errores, producidos desde la cumbre del poder político y en los partidos que lo ostentan, lo que definitivamente impide el avance más rápido y en mayor proporción hacia la superación del sistema capitalista actual.

Ahora bien, regresando a la Gran Revolución Socialista, las fuerzas materiales y teóricas que la gestan se remontan a los orígenes mismos de la clase social, única capaz de llevarla a cabo, la clase obrera, pero también a las herramientas, métodos y medios que utilizó para ello, comenzando por sus partidos políticos, sin los cuales no existe vanguardia revolucionaria capaz de tamaña proeza. Por ello, los bolcheviques (primer Partido Comunista) se formaron en el crisol de los clásicos del Marxismo y con Vladímir Ilich Lenin continuaron su labor teórica, que habría de dotar a esa clase revolucionaria de la vanguardia esclarecida y necesaria para conducir la lucha por el poder y defenderlo.

La toma del Palacio de Invierno

Por ello, en el corto periodo de febrero a noviembre de 1917, la clase obrera, su Partido y aliados, logran superar las dificultades y peligros que les acechan, hasta culminar con la toma del Palacio de Invierno, designar los órganos del nuevo poder y enfrentar la guerra civil que se inicia a continuación. El gran conductor de la revolución fue el Partido Comunista y, al frente de él, su más esclarecido dirigente, Vladimir Ilich, Lenin.

La escuela de las revoluciones de mitad del siglo XVIII, la Comuna de París, la insurrección de 1905 en Rusia y la experiencia del Movimiento Comunista Internacional, forjaron a los militantes comunistas bajo los principios científicos de la conducción de la lucha de clases y a la luz de la filosofía materialista, para lograr la victoria del Octubre Rojo que se recuerda con profunda admiración en todo el mundo del trabajo.

Todo revolucionario que aspire a serlo seriamente, está obligado a estudiar, aprender y practicar con éxito las diversas tareas que requiere la toma del poder político por la clase obrera y sus aliados, combinar unas y otras formas de lucha, de manera simultánea o no, pero en todo caso sin equivocarse al elegir la principal en el momento más cambiante de la historia y cuando más favorables sean las condiciones objetivas y subjetivas para obtener el éxito total sobre los enemigos.

Los bolcheviques lo hicieron magistralmente: a la vez que organizaban a los obreros y campesinos, trabajaban en el interior del Ejército, en las ciudades y en los frentes de guerra; creaban los Soviet como nuevos órganos del poder y llevaban a cabo las labores parlamentarias que culminaron con la derrota de los mencheviques y la hegemonía de los Soviets que, a partir de ese momento, lo primero que aprobaron fueron los decretos sobre la tierra y la paz.

Esas experiencias siguen vigentes hoy y han de ser sistematizadas y aprovechadas al máximo, especialmente en Venezuela, por cuanto más temprano que tarde han de presentarse en toda su brutalidad las expresiones antagónicas entre el imperialismo y nuestra nación, y entre la burguesía y nuestro proletariado de la ciudad y del campo, porque sigue vigente aquello de que el poder no será dejado voluntariamente por quienes lo detentan y la confrontación será inevitable, si de verdad se aspira a abrirle camino al socialismo científico, como lo manifiesta reiteradamente el presidente Hugo Chávez Frías.

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